La FAO (2011) señala que la producción mundial de alimentos deberá crecer un 70% de aquí a 2050 para hacer frente al aumento de la población, a los cambios en la dieta relacionados con los incrementos en la renta de los países y a la creciente urbanización y expansión de mega-ciudades en los países en vías de desarrollo. En un mundo globalizado e interconectado, estos cambios afectarán a todos los países del mundo sin excepción, aun cuando su población particular ni aumente en tamaño, ni mejore sustancialmente su riqueza. Esta coyuntura se agravará con el cambio climático, que supondrá alteraciones en los modelos productivos tradicionales.
La acuicultura y la pesca son dos actividades complementarias que deben hacer frente al reto de la creciente demanda de productos acuáticos sanos y nutritivos. Sin embargo, es la acuicultura el sector de producción alimentaria mundial que está creciendo más rápidamente (+6,6% anual) y lleva camino de superar a la pesca extractiva como fuente de pescado para el consumo humano estimando que, para 2030, el 65 % de los alimentos acuáticos procederán de la acuicultura (FAO, 2011).
Para muchos lugares, esta industria, además de ser una fuente importante de alimento, desempeña un papel muy significativo en el desarrollo social y económico. De hecho,
España es el primer productor acuícola de Europa y la Comunidad Valenciana encabeza la producción de dorada de acuicultura en España. Además, no hay que olvidar que esta actividad industrial ayuda a preservar la cultura marítima y pesquera de dichas zonas.
Actualmente, entre los retos que tiene planteados la industria de la acuicultura está solucionar el problema que suponen las enfermedades infecciosas que frecuentemente afectan a las granjas. Actualmente se producen más de 300 especies acuícolas diferentes en una gran diversidad de instalaciones, lo cual exige optimizar las condiciones ambientales, los requisitos nutricionales, la identificación de gérmenes patógenos y la puesta en práctica de medidas de prevención de enfermedades (profilaxis). Una vez establecidas las condiciones de cría, la salud se convierte en un indicador de la productividad. En otras palabras, la enfermedad se considera como un coste de producción, por lo que una adecuada gestión sanitaria es esencial para que la producción acuícola resulte sostenible y rentable. De hecho, las enfermedades constituyen la segunda partida de costes en el sector acuícola después de la alimentación, no sólo por las pérdidas directas que producen los patógenos sino por las mermas en la producción y los costes en profilaxis y tratamientos. Por todo ello, la investigación en ictiopatología de especies de interés en acuicultura muestra una gran demanda, y es fundamental para mejorar el rendimiento del sector evitar la dispersión de los patógenos y profundizar en aspectos biológicos básicos sobre su modo de transmisión, mecanismos de patogenicidad, ciclo de vida, etc.